FAMILIAS

U N A    C A S A     D E     P A L A B  R  A  S

Los cuentos de hadas nos permiten asomarnos al corazón de los niños y descubrir sus deseos, esperanzas y temores. Para ellos son la prueba de que siempre estaremos ahí, de que nunca les abandonaremos.

 

La noche es la oscuridad, la amenaza, un mundo no controlado por la razón, y todos los niños la temen. Llega la hora de acostarse y, a causa de ese temor, no quieren quedarse solos en sus camas.
Es el momento de los cuentos, que son un procedimiento retardatorio. Quédate un poco más, es lo que dicen los niños a los adultos cuando les piden un cuento. Y el adulto, que comprende sus temores, empieza a contárselo para tranquilizarles.
Muchas veces improvisa ese cuento sobre la marcha, pero otras recurre a historias que ha escuchado o leído hace tiempo, tal vez las mismas que le contaron de niño los adultos que se ocupaban de él. En esas historias todo es posible, que los objetos vivan, que hablen los animales, que los niños tengan poderes que desafían la razón: el poder de volar o de volverse invisibles, el poder de conocer palabras que abren las montañas, el poder de burlar a gigantes y brujas y de ver el oro que brilla en la oscuridad de la noche. Lo maravilloso hace del mundo una casa encantada, tiene que ver con el anhelo de felicidad.
El adulto quiere que el niño que ama sea feliz y ese deseo le lleva a contarle historias que le dicen que es posible encontrar en el mundo un lugar sin miedo. Son historias que proceden de la noche de los tiempos. Han pasado de unas generaciones a otras, y se mantienen tan sugerentes y nuevas como el día en que fueron contadas por primera vez. El que narra, escribe Walter Benjamin, posee enseñanzas para el que escucha. La enseñanza de La Bella y la Bestia es que hay que amar las cosas para que se vuelvan amables; la de La Bella durmiente que en cada uno de nosotros hay una vida dormida que espera despertar alguna vez; la de La Cenicienta, que lo que amamos es tan frágil como un zapatito de cristal, y la de Hansel y Gretel que hay que tener cuidado con los que nos prometen el paraíso, con frecuencia esas promesas son una trampa donde se oculta la muerte. Peter Pan nos dice que la infancia es una isla a la que no cabe volver; Pinocho, que no es fácil ser un niño de verdad; La Sirenita que no siempre tenemos alma y que, cuando esto ocurre, se suele sufrir; y Alicia en el País de las Maravillas, que la vida está llena de repuestas a preguntas que todavía no nos hemos hecho.
El niño necesita cuentos que le ayuden a entenderse a sí mismo y a los demás, a descubrir lo que se esconde en esa región misteriosa que es su propio corazón. Chesterton dice que los cuentos son la verdadera literatura realista, dando a entender que el que quiera saber lo que es un niño, antes de preguntar a psicólogos, pedagogos o alguno de esos numerosos expertos que tanto abundan, hará bien en regresar a los cuentos de hadas. Son ellos los que le permitirán asomarse al corazón de los niños y sorprender sus deseos, esperanzas y temores. Un cuento como La Cenicienta expresa esa búsqueda de la transfiguración que es la búsqueda más cierta de la vida, y uno como El patito feo, el temor a ser dejado de amar. Incluso los niños más queridos tienen el temor a que sus padres los rechacen porque tal vez no son como estos habían soñado. El patito que debe abandonar la granja en que vive, porque no hay nadie que lo quiera, expresa esos temores. El niño se identifica con él, porque ve en su abandono la imagen de su propia tristeza cuando se siente solo. Siempre pasa eso con los cuentos. Puede que no sean reales pero hablan de la verdad. Barba Azul lo hace del deseo de conocimiento; Juan sin Miedo, de la importancia de la compasión; Jack y las habichuelas mágicas, de que solo a través de la imaginación podemos abarcar la existencia en su totalidad. Estos tres cuentos resumen las cualidades de la palabra poética: el misterio (del cuarto cerrado), el temblor (del amor) y la capacidad de vincular (como las habichuelas mágicas) mundos que la razón separa: el mundo de los vivos y los muertos, el de los animales y los hombres, el de la realidad y el de la fantasía. Los cuentos le dicen al niño que debe enfrentarse a los misterios que le salen al paso, acudir a la llamada de los demás y salvar el abismo que separa su experiencia de las palabras. El guisante que, en el cuento de Andersen, no deja dormir a la princesa guarda el secreto de todo aquello que nos desvela y no hay forma de decir qué es. El secreto, en suma de la poesía.
Pero los cuentos no solo son importantes por las enseñanzas que contienen, sino porque prolongan el mundo de las caricias y los besos de los primeros años de la vida y devuelven al niño al país indecible de la ternura. Paul Valéry dijo que la ternura era la memoria de haber sido tratados con atenciones extraordinarias a causa de nuestra debilidad. Ningún niño se olvida de esas atenciones. Ellos siempre buscan un lugar donde guarecerse, y el adulto levanta para ellos con cada cuento un lugar así. Da igual de qué traten, al sentarse a su lado en la cama lo que le dice al niño es que siempre estará allí para ayudarle. Tal es el mensaje de los cuentos: no te voy a abandonar. Un cuento es una casa de palabras, un refugio frente a las angustias que provocan las incertidumbres de la vida. Octavio Paz dijo que la misión de la poesía es volver habitable el mundo, y eso hacen los cuentos, crear un lugar donde vivir. De eso habla Los tres cerditos. Sus protagonistas deben levantar una casa en el bosque, para protegerse del lobo, y mientras uno, el más previsor, lo hace con ladrillos, los otros lo hacen con lo primero que encuentran. Es curioso que, aun siendo la moraleja del cuento que debemos ser previsores, el cerdito que prefieren los niños es el que levanta su casa con paja. No tarda mucho en terminar y enseguida se va de paseo por el bosque a descubrir sus maravillas. Bruno Bettelheim tiene un libro sobre el autismo infantil que se titula La fortaleza vacía. El niño autista percibe el mundo como hostil y, para defenderse, levanta una fortaleza de indiferencia y desapego a su alrededor. Y lo extraño es que cuanto más consistente y segura es esa fortaleza, más vacío está su interior. Es lo contrario a la casa de paja de nuestro cerdito. La suya es la casa de los cuentos: un lugar que nos protege lo justo para no separarnos del mundo. Una casa como la que Tarzán y Jane construyeron en la copa de un árbol, abierta a todas las llamadas de la vida.
C. G. Jung ha dicho que uno de los dramas del mundo moderno procede de la creciente esterilización de la imaginación. Tener imaginación es ver el mundo en su totalidad. Los cuentos permiten al niño abrirse a ese flujo de imágenes que es su riqueza interior y aprender la realidad más honda de las cosas. Toda cultura es una caída en la historia, y en tal sentido es limitada. Los cuentos escapan a esa limitación, se abren a otros tiempos y otros lugares, su mundo es transhistórico. Por eso sus personajes son eternos peregrinos, como el alma de los niños. "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre", escribe Wislawa Szymborska. El poder de la poesía es dar cobijo a esa alma que busca un sitio donde pasar la noche antes de volverse a marchar. Y es en los cuentos de hadas donde se narran, de una forma más pura, esas andanzas del alma.


GUSTAVO MARTÍN GARZO. Escritor. EL PAÍS. 08/01/2012 


SOS   N  E  C  E  S  I  T  O    U  N   C U E N TORelatos infantiles para ayudar a los niños a superar situaciones difíciles. Hay historias que, además de divertir, sirven para que los pequeños puedan expresar y combatir ciertos sentimientos.
"Érase una vez". Cuántas veces escuchando esa frase hemos recordado aquellos cuentos que cuando éramos pequeños nos leían nuestros padres.

Pero el tiempo pasa y aquellos niños se enfrentan ahora a la tarea de elegir un buen libro para sus hijos en un mercado que ha crecido, sobre todo en madurez. Relatos como los de siempre, que derrochan imaginación y fantasía, se mezclan en las estanterías de las librerías con otros que, además, integran enseñanzas que ayudan al niño a madurar, a aprender ciertas habilidades o a superar sus temores.
Los miedos
El miedo es una emoción necesaria en el ser humano porque nos ayuda a salvar la vida en muchas ocasiones. Todos lo hemos padecido alguna vez como anticipación de una consecuencia negativa, pero cuando no hay motivos para sentirlo no es bueno. "En el caso de los niños pequeños, que no distinguen entre la realidad y la ficción, el miedo a veces es fruto de su imaginación y, por tanto, podemos emplear también la imaginación para combatirlo", afirma Alejandra Vallejo-Nágera, psicóloga y autora de cuentos como 'Nico Matamiedos'.


"Los miedos más comunes casi siempre son a la oscuridad, a lo que hay detrás de las puertas, a aquello que no ven y no tocan -a los adultos nos pasa un poco lo mismo, pero en los niños esto es muy acentuado-. También pueden tener miedo a algunas personas, a ciertos rasgos físicos que observan fuera, a aquello que no les es familiar", matiza la escritora.
Así en 'Nico Matamiedos' se abordan algunos mientras se describe no solo las sensaciones que estos producen -dolor de estómago o de cabeza, movimientos de piernas e inquietud de brazos y tronco y ganas de esconderse o ser invisible- sino posibles soluciones y una guía final con consejos sobre cómo actuar con un niño miedoso.
Inventar juegos que puedan llevarse a cabo en escenarios donde el niño padezca algún temor puede ser una ayuda muy positiva. Tanto como aquellos cuentos que desdramaticen a través del humor cualquier tipo de situación. Pero ojo, porque si bien no hay que prestar una atención desmedida cada vez que el niño diga tener miedo, sí que hay que tener en cuenta sus palabras y distinguir si ese viene producido por su imaginación o si, por el contrario, le ha sucedido algo que atente contra su seguridad: "Los niños a veces son víctimas de unas situaciones de agresión o de abuso que pueden desencadenar miedos en casa".
Casos extremos se ven en cuentos como 'La niña silencio', de Cécile Roumiguière y Benjamin Lacombe, que reflejan historias tan dramáticas como la de los pequeños que víctimas de agresiones por parte de seres queridos no hablan por temor a que les separen de ellos y quedarse solos.
La discriminación
El miedo al rechazo, a no ser aceptados entre sus amigos, es otro tema que puede afectar mucho a un niño. El problema es que el manejo del sistema emocional es muy complicado, lo es para los adultos así que para ellos que tienen un cerebro en pleno desarrollo imagínense.

 
Por ello, aunque más o menos saben poner sensaciones a aquello que sienten, les ayuda y mucho la identificación: "A través del protagonista de un cuento ellos pueden expresarle a sus padres ciertas cosas con frases como: 'Pues yo también siento esto', 'a mí también me pasa' o 'me duele que mis amiguitos en el colé no me hagan caso'. De este modo, los niños pueden identificarse y explicarles a sus padres lo que les sucede cuando antes no sabían hacerlo o no sabían ponerle palabras", matiza Vallejo-Nágea.
En este caso, y si el padre intuye cuál puede ser el problema, podrá escoger cuentos que ayuden a su hijo. Por ejemplo, si sabemos que el niño tiene un problema de sobrepeso cuentos como 'Malena Ballena', de Davide Cali y Sonja Bougaeva, pueden ser de mucha ayuda -también para que otros que no tengan el problema aprendan a empatizar con sus compañero-. Recomendado por la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Sanidad y Política Social, este cuento es una herramienta útil para ayudarles a recuperar la autoestima que pierden cuando sus 'amiguitos' de clase se ríen de ellos.
La muerte
Muchos niños no tienen que enfrentarse de pequeños a la defunción de un ser querido. De hecho, es mucho más fácil que lo vivan por vez primera a través de la muerte de una mascota, como bien señala Vallejo-Nágera: "El tema de la muerte, de que alguien deje de existir de un momento para otro, es algo que los niños no entienden demasiado bien salvo cuando lo perciben en un animalito doméstico". De ahí la importancia que tiene la ceremonia de despedida que creen los padres para ayudarles a comprender un hecho para ellos complicadísimo.
Aun así, hay niños que sí han tenido que afrontar la muerte de un familiar cercano y un libro en forma de cuento o de fábula que narre este hecho les puede ayudar en ese difícil momento. Muy recomendable es en este caso '¿Dónde está güelita Queta?', de Nahir Gutiérrez y Álex Omist, -recientemente adaptado para su reproducción en iPad- un recorrido profundamente sensible y tierno por lo que supone la pérdida de un ser amado.
De todos estos temas y de otros conectados con la educación emocional se encargan libros como 'Cuentos para ser feliz', de Gaspar Hernández y Jordi Llavina, en el que a través de pequeños relatos se explican ciertos conceptos como el altruismo, la empatía o la solidaridad para después ofrecer al padre ciertas herramientas que le ayuden a trabajarlos junto a sus hijos. Porque al final no hay mejor modo de educar a los más pequeños que compartiendo con ellos momentos y lecturas que no solo recordarán para siempre, sino que les ayudarán a crecer y convertirse en mejores ciudadanos para un futuro.

C  U  E  N  T  O  S      C  L  Á  S  I  C  O  S
Fuera brujas, príncipes y gatos con botas. Desde ahora, la casita de Hansel y Gretel será de chocolate bajo en calorías, Ceniciento hará el papel de Cenicienta y habrá bodas felices en todas las variedades sexuales. Pero sin perdices 


 Me comenta desconcertado mi amigo Raúl la necesidad imperante que tienen algunos sectores de propiciar un drástico cambio en los cuentos clásicos, los de toda la vida. Actualizarlos para no promover dudosos valores o prejuicios. Adaptarlos a los tiempos, vaya. ¡Por las barbas de Merlín! ¡Cómo no se me habría ocurrido antes! Hemos estado toda la vida criándonos con historias arcaicas, misóginas, llenas de prejuicios, rebosantes de maldad, xenofobia y pensamientos incívicos para los que deben ser en el futuro ciudadanos modelos. ¡Vaya desencanto! Y yo que de pequeñito me pirraba por ellos. Tantas horas de lectura y mágicos sueños que ahora se desmoronan al golpearte la realidad con toda su crudeza. La verdad es que tiene mucho sentido. Nos han tenido engañados toda la vida. Pero no hay mal que por bien no venga. Estamos a tiempo de rectificar. Todo sea por el futuro de nuestros hijos. ¡Ahora comprendo por qué estoy tan gordo! De pequeñito me pirraba por el cuento de 'Hansel y Gretel' aunque yo lo conocía como 'La Bruja de la Casa de Chocolate'. Sin darme cuenta, ese malicioso cuento, que leía y releía una y otra vez, estaba despertando en mi impúber conciencia mi propensión a la gula. Me imaginaba a mí mismo devorando aquella casita tan bonita llena de chocolate y no paraba de relamerme. En la merienda era cuando más lo disfrutaba, siempre con mi pan y chocolate, la mejor merienda del mundo, para no desentonar. Difícil amnistía para tan horrible cuento que fomenta los desórdenes alimentarios.
¡Y que decir de 'Los tres cerditos'! Ahora comprendo por qué el lobo nunca me cayó mal. No comprendía el por qué de su maldad; querer comerse a aquellos cerditos tan apetitosos me parecía lo más normal del mundo, pero, para disimular cuando me contaban el cuento, ocultaba mis simpatías por el lobito y gritaba de contento cuando los cerditos por fin se salvaban gracias al repelente del cerdito listo, que era un empollón insoportable, no como los otros dos, que vivían la vida. ¡Cuantas maldades en los cuentos de siempre! Me repugna acordarme de 'Pulgarcito'. Sus padres deberían ser ajusticiados, o al menos retirarles de manera inmediata la custodia de todos sus hijos, que eran una barbaridad. ¿Cómo se puede sacar a trabajar a niños por la noche y encima perderlos? Menos mal que Pulgarcito era muy listo y consiguió volver dejando caer guijarros por el camino. Pero aquellos irresponsables padres no contentos con la lección tuvieron que sacarlos otra vez a trabajar y claro, pasó lo que pasó.
Ahora que lo pienso, vaya chorrada lo de 'El gato con botas'. ¿Pero qué hemos hecho con la imaginación de los niños? ¿Un gato con botas? No me extraña que nuestra generación esté tan desquiciada. 'Las botas de siete leguas'. ¡Venga hombre! Me vas a decir que te pones unas botas y corres las leguas de siete en siete. Además, ¿qué era eso de las leguas? Encima te hacían aprender chorradas. Vale que gracias a ese cuento todos los niños de entonces sabemos qué era una legua y a cuantos kilómetros aproximadamente equivalían, pero ¿qué necesidad tienen los niños de hoy de saber esas cosas? ¿No les basta con la @? ¡Dios mío, estamos embruteciendo sus mentes! 'Cenicienta'. ¡Vaya machismo! ¡'Blancanieves y los siete enanitos'! ¡Qué barbaridad! Enanitos, así con todas las letras, en vez de gente pequeña, o discapacitada. Hay que arreglar todo esto rápidamente, y conozco a la persona indicada. Existe en el Parlamento una joven llamada Bibiana Aído que seguro que tiene algo que decir. Muchas correcciones que proponer, sobre todo colocar muchas 'aes' al final de las palabras.
El problema es que se ha metido primero a retocar el libro más misógino de la historia, que por cierto, es el más leído y el más impreso. La Biblia. Sí amigos, la Biblia, donde la mujer es más peligrosa y más enemigo (o enemiga) para el hombre cristiano que los romanos y el Demonio juntos. Es una mujer la que prueba el fruto del Árbol Prohibido propiciando la expulsión del Paraíso. Es otra mujer la que pide la cabeza de Juan el Bautista. Lean y verán que no les miento. Pero tranquilos, que los futuros cuentos que leerán los niños están en buenas manos. Además de Bibiana Aído hay muchas mentes pensantes del Gobierno metiéndole mano al asunto. Los nuevos cuentos clásicos que harán las delicias de sus jóvenes larvas estarán plagados de hombres, mujeres, homosexuales, lesbianas, transexuales, travestis y hermafroditas. Y no necesariamente el príncipe y la princesa de turno se casarán y vivirán felices ni comerán perdices (que puede dar lugar a malos pensamientos como símbolo imperialista), sino que en algunas ocasiones se arrejuntarán y se emparejarán como pareja de hecho. La casita de 'Hansel y Gretel' será de chocolate bajo en calorías y Cenicienta podrá ser cambiada por Ceniciento para fomentar la igualdad entre hombre y mujer. Además, el príncipe de la historia podrá ser princesa o viceversa. O ¿por qué no?, un joven gay que sale del armario y se casa con su media naranja, un transexual que por la noche imita a la Pantoja en un pub de 'ambiente'.



28.12.11 PILAR MANZANARES. Diario HOY 25.04.10

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